87 aniversario de la noche de los cuchillos largos, la matanza que afianzó a Hitler en el poder

El próximo miércoles se cumple el 87 aniversario de la Noche de los cuchillos largos, la gran matanza dentro del partido nazi ordenada por Adolf Hitler, que advertía al mundo que acabaría con todo aquello que significara un obstáculo para sus ansias de poder. Y así fue.

Francisco Mora

La noche de los cuchillos largos fue ante todo la pugna de Hitler por alcanzar el poder.
La noche de los cuchillos largos fue ante todo la pugna de Hitler por alcanzar el poder.

La llamada Noche de los cuchillos largos no solo supuso la primera gran purga de Hitler para alcanzar el poder, en este caso contra la milicia del Partido Nazi, la Sturmabteilung, o SA (tropas de salto), sino que también constituyó un movimiento de carácter represivo que afectó a más sectores de la sociedad alemana. En última instancia, supuso el asentamiento definitivo del poder de Adolf Hitler y de la dictadura nazi.

Desde que Hitler comenzó su carrera por alcanzar el poder absoluto en Alemania, hasta que se suicidó cuando las tropas aliadas tomaron Berlín, no dudó en acabar con todo aquel que consideraba que pudiese suponer un peligro. Muchas son las tramas maquiavélicas que urdió para terminar con todos aquellos que consideraba que amenazaban, primero, sus aspiraciones y, luego, su poder absoluto, aunque fuesen, incluso, miembros de su propio partido, el nacionalsocialista, o fuera de él.

Aquella fatídica noche, se calcula que fueron asesinados por orden de Hitler dos centenares de miembros de las SA

Aquella fatídica noche, se calcula que fueron asesinados por orden de Hitler dos centenares de miembros de las SA, un instrumento que fue clave para el ascenso al poder del Partido Nazi. Lo mismo usaban la violencia y la intimidación para silenciar a otras fuerzas políticas que realizaban grandes desfiles para mostrar su poder. Con sus uniformes y sus camisas pardas lograron atraer hacia sus filas a muchos alemanes.

Hitler acabó con todo aquel que supusiera un obstáculo a sus ansias de poder,
Hitler acabó con todo aquel que supusiera un obstáculo a sus ansias de poder. Foto: IStock.

En 1934, las SA estaba formada la friolera de cuatro millones y medio de miembros, y Hitler tenía miedo a su poder creciente. Además, el militar Ernst Röhm, su fundador y cabeza, exigía a Hitler que el pequeño ejército alemán (limitado a 100.000 por el tratado de Versalles de 1919) fuese absorbido por las SA y que estas se convirtiesen en el ejército.

A la cúpula del ejército esto no le gustó y pidió a Hitler que atajara el asunto. Además, las SA practicaban por entonces un culto a la personalidad centrado en Röhm. Las SA había dejado de ser útil y empezaba a ser un problema para la carrera hacia el poder absoluto del dictador alemán y había que acabar con ellas.

Fue una purga interna dentro del nazismo, que contó con el aplauso y el apoyo de buena parte de los militares

En definitiva, la Noche de los cuchillos largos fue el resultado de la colisión entre los intereses de Ernst Röhm, deseoso de potenciar el poder de las SA, y el temor de Hitler a que no pudiera controlar aquella carísima y poderosa maquinaria, pero ante todo fue una purga interna dentro del nazismo, que contó con el aplauso y el apoyo de buena parte de los militares.

Las SA llegaron a tener millones de miembros.
Las SA llegaron a tener millones de miembros.

Para finales de junio de 1934, Hitler y sus colaboradores más estrechos ya tenían preparado el plan para lograr descabezar a la Sturmabteilung  y silenciar a aquellos sectores que todavía constituían una oposición al régimen.

Las SS y la Gestapo se encargaron de inventar que las SA planeaban dar un golpe de estado, y finalmente se “captó” una orden falsificada de Röhm que llamaba a las SA a las armas.

Hitler actuó rápidamente y durante la noche del 30 de junio al 1 de julio de 1934, se desarrolló la operación colibrí o la Noche de los cuchillos largos, que le permitió afianzarse en el pode, exterminado a Röhm y a todos sus seguidores para evitar un golpe militar.

El Führer en persona se ocupó de arrestar a Röhm en Munich a la vez que ordenaba que se procediera a su fusilamiento. En paralelo, la Gestapo de Goering y las SS de Himmler procedieron a detener y matar a todos los miembros del partido nazi en los que no se tenía una confianza absoluta.

La Gestapo de Goering y las SS de Himmler procedieron a detener y matar a todos los miembros del partido nazi en los que no se tenía una confianza absoluta

La matanza fue de unas dimensiones extraordinarias. De las SA sólo se salvó uno de los jerarcas, Hanns Ludin, simplemente porque Hitler lo reconoció y decidió perdonarle la vida. Además, se procedió a realizar ajustes de cuentas que poco o nada tenían que ver con la política. Por ejemplo, Von Kahr, que en 1923 había sido el responsable de que el golpe de estado de Hitler fracasara, fue detenido y asesinado a palos por las SS en Dachau. Strasser fue torturado hasta que, al final, cuando se hallaba inconsciente, se le descerrajó el tiro de gracia. Incluso un reciente estudio sobre la homosexualidad de Hitler argumenta con bastante solidez en el sentido de que las personas que conocían esta circunstancia -y que incluso la compartían- fueron eliminadas durante la matanza.

Una imagen de Hitler, acompañado de Rohm.
Una imagen de Hitler, acompañado de Röhm.

El 2 de julio, Hilter ordenó que se le entregara a Röhm una pistola con una sola bala para que se suicidase, pero la rechazó: “Si Adolf quiere matarme, que haga él el trabajo sucio”. Entonces, los carceleros lo acribillaron a tiros desde la puerta de la celda.

Una vez desaparecida las SA, el monopolio de la violencia nazi pasó a manos de las SS y la Gestapo

Una vez desaparecida las SA, el monopolio de la violencia nazi pasó a manos de las SS y la Gestapo, que usaban métodos más disciplinados y menos ruidosos.

Esta ola de asesinatos tuvo una gran repercusión en el exterior. Por ello, el Ministerio de Propaganda del Reich distribuyó una versión de los hechos entre el pueblo alemán y a la prensa extranjera, en la que se afirmaba que en realidad el Estado había reaccionado de forma preventiva contra una intentona revolucionaria de signo izquierdista, un golpe a la inmoralidad y a la traición.