Las lágrimas de cocodrilo podrían ayudar a curar la sequedad de los ojos

Un estudio sobre las formas en la que los animales mantienen limpios sus ojos podría ayudar a solucionar alguno de los problemas oculares de los humanos.

Mundo Geo

La viscosidad de las lágrimas del cocodrilo podría ayudar a resolver problemas oftalmológicos en los humanos.
La viscosidad de las lágrimas del cocodrilo podría ayudar a resolver problemas oftalmológicos en los humanos.

En teoría, solo los seres humanos pueden llorar. Para nosotros el llanto es una forma de manifestar físicamente los sentimientos, sentimientos que son difíciles de estudiar, confirmar y cuantificar en otras criaturas. En los animales vertebrados las lágrimas son vitales para la visión.Y, sin embargo, este fascinante líquido ha recibido poca o ninguna atención. Hasta ahora.

La doctora brasileña Arianne Pontes Oriá, de la Universidad Federal de Bahía, en Brasil, cree que investigando las lágrimas de los animales sería posible mostrar la variedad de caminos que los ojos han tomado para maximizar la salud y el bienestar de los organismos que los usan.

Así, en una serie de publicaciones, entre las que figura una en la revista Frontiers in Veterinary Science, Pontes Oriá y su equipo señalan cómo el fluido puede ser un gran ecualizador, es decir, cómo a lo largo de varias ramas del árbol de la vida, los vertebrados parecen envolver sus ojos con fluido de la misma manera.

La evolución, sin embargo, no ha sido igual para todos. Y a fin de ayudarlos a enfrentar los desafíos de varios ambientes, ha jugueteado con las lágrimas de las criaturas del mundo en formas que los científicos apenas están comenzando a explorar. 

Pontes Oriá comenzó su investigación con el estudio de las lágrimas de los caimanes, que tienen “una superficie ocular muy particular”, explicó en declaraciones al diario The New York Times. Mientras que los humanos parpadean unas 15 veces por minuto, lo que ayuda a esparcir el fluido recién producido sobre la córnea, los caimanes pueden pasar alrededor de dos horas sin mover los párpados (tres en su caso).

No obstante, los ojos no se les secan.

“Empezamos a pensar: ¿qué tipo de moléculas dan estabilidad a estas películas lacrimógenas?. Es increíble”, declaró Oriá. La respuesta, añadió, podría ayudar al desarrollo de tratamientos para la resequedad de los ojos y otros problemas oftalmológicos en las personas.

Aún no está totalmente claro qué es lo que hace que el fluido del caimán sean tan duradero. Pero el equipo de Pontes Oriá recabó algunas pistas de los patrones de cristal que los líquidos dejan tras secarse, cada uno tan único como un copo de nieve. Al observar estos patrones bajo el microscopio, queda claro que pueden diferir enormemente entre las especies.

”Es una de las cosas más hermosas que hayas visto”, comentó Oriá.

Las lágrimas secas de caimán forman entramados más gruesos que las de otros animales, lo cual podría hacerlas más estables

Sin embargo, la receta química de las lágrimas, que incluye una mezcla de agua, grasas, proteínas y minerales (como el sodio), parece ser bastante similar en varias especies. Según los investigadores, las pocas variaciones que existen parecen estar relacionadas con el hábitat; los animales que pasaron la mayor parte del tiempo en tierra firme, por ejemplo, tenían más proteínas en sus lágrimas que los animales marinos, pero también tenían menos urea, un producto de desecho molecular que también se encuentra en la orina.

El equipo de Pontes Oriá ya había encontrado antes similitudes químicas entre las lágrimas de perros, caballos y humanos, las cuales parecen fluir libremente. Este hecho les llevó a pensar en la posibilidad de que fuera algo común en los mamíferos. La razón podría encontrarse en la domesticación, que provocó un gran cambio en el entorno de estos animales antes silvestres y también domesticó sus lágrimas.

Una lista de donantes cada vez más amplia

La lista de donantes de lágrimas del equipo se ha extendido para incluir otros reptiles, como tortugas y galápagos, así como halcones, loros, búhos y otras aves. Pontes Oriá y sus colegas también han añadido mamíferos como humanos, perros y caballos para poder comparar.

En los animales, el proceso de recolección es, en general, el mismo: durante un examen veterinario de rutina, un investigador humano sujeta suavemente a la criatura, esperando a que se relaje, para luego frotar cuidadosamente el ojo con una tira de papel absorbente.

lagrimas de cocodrilo
Desde la parte superior izquierda, en el sentido de las manecillas del reloj, una amazona frentiazul, una tortuga de patas rojas, un gavilán pollero y un yacaré overo mientras los investigadores recogen sus lágrimas. Arianne Pontes Oriá

La tarea no siempre es fácil. Los investigadores deben ser sumamente cuidadosos con los animales, quienes no siempre derraman tantas lágrimas como ellos quisieran. Algunas especies se muestran incluso más renuentes a los exámenes oculares que las personas. Parece ser que las guacamayas “odian que se les sujete después de comer”, declaró Pontes Oriá.

Las lágrimas de los animales terrestres tienen más proteínas que las de los animales marinos, pero también menos urea

En ocasiones la recolección no es el único problema. Uno de los proyectos recientes de su grupo consistió en enviar las lágrimas de más de cien caimanes de Brasil al laboratorio de un colaborador de la Universidad de California, en Davis. Perplejos por su contenido, los agentes aduanales retrasaron el paquete en tránsito. A temperatura ambiente las muestras se degradaron, y Oriá y su equipo tuvieron que empezar de nuevo el proceso de recolección.

Algunas de las lágrimas más extrañas que existen, dijo Oriá, provienen de las tortugas bobas, cuyos ojos secretan fluidos tan viscosos que son prácticamente savia, e imposibles de recolectar con los suministros que ella y sus estudiantes suelen usar para absorber muestras.

“Hemos probado con tiras de papel, probamos micropipetas, nada”, dijo. “El moco se pegó en todo”.

Finalmente idearon un método para aspirarlo con una jeringuilla superfuerte.

Pontes Oriá es consciente de la importancia de sus investigaciones, pero tiene muy claro una cosa: no hace llorar a los animales para ganarse la vida.

Fuente: The New York Times