Mario Picazo: La guerra que cambiará el modelo energético de Europa antes de lo previsto

El conflicto político que vive Europa desde hace unos meses va a cambiar la fórmula de transición energética prevista en un buen número de países. El modelo energético inmediato no va a ser nada fácil debido a los elevados precios del combustible y las limitaciones de su suministro.

Mario Picazo

En el número de mayo de GEO, Mario Picazo analiza cósta crisis está desencadenado cambios históricos en el mundo de la energía, aunque hay muchos interrogantes sobre cual será la fórmula definitiva por la que apuesten los diferentes gobiernos de la Unión Europea. 

Son numerosos los países que durante años han dependido del petróleo y el gas de Rusia, uno de los principales exportadores de combustibles fósiles del mundo. Ahora que esas exportaciones son políticamente tóxicas, Europa se esfuerza por encontrar otras formas de satisfacer sus necesidades energéticas. Pese a que puede suponer una importante limitación del suministro de combustible para muchos países, la Unión Europea se ha comprometido a recortar en dos tercios su importación de combustibles fósiles rusos. 

Europa y el mundo en general llevan varias décadas cambiando su modelo energético para depender cada vez menos de los combustibles fósiles. Sin embargo, la guerra de Ucrania ha cambiado la forma de pensar y actuar, y hoy en día la seguridad energética es la prioridad más urgente de muchos países. La duda ante tal emergencia es si apostarán por acelerar la implementación de energías renovables o la nuclear como parte de su fórmula energética o, por el contrario, se volcarán en la explotación de los combustibles fósiles nacionales apoyados por nuevos proveedores de petróleo y gas. 

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Los planes incluyen recortes al gas ruso. Pero la mayor parte de ese gas simplemente se intercambiará por gas de otros lugares, obtenido a través de gasoductos de África y envíos de gas natural licuado de países como Estados Unidos.

Las limitaciones energéticas y los precios astronómicos de los combustibles no son cosa del presente. El crecimiento económico post-Covid19 también generó graves problemas de suministro en algunos países del viejo continente. Lo que podía haber sido el momento del empujón más importante de la historia energética actual para apostar por energías limpias, se quedó en una acción simbólica. Solo el 6 por ciento de los 780 mil millones de euros de estímulo global diseñado para impulsar las economías, se canalizó hacia medidas de reducción de emisiones. De hecho, los elevados precios del gas se han traducido en valores históricos de consumo de carbón en 2021. Ese elevado consumo ha ido aumentado las emisiones de gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono por encima de los valores previos a la pandemia. 

En cualquier caso, el punto de inflexión del cambio ya está aquí, pero la gran pregunta es, ¿en qué dirección va a girar Europa? Por un lado, los países implicados podrían repetir la innovación energética que surgió de las crisis del precio del petróleo durante la década de 1970. Una mayor eficiencia energética, más energía nuclear y un aumento del gasto en tecnologías bajas en carbono. 

Un punto de partida puede ser la nueva estrategia energética de la Unión Europea. Duplica la eficiencia energética, la energía eólica y solar, con más ambición que en el plan climático existente, e incluye recortes al gas ruso. Pero la mayor parte de ese gas simplemente se intercambiará por gas de otros lugares, obtenido a través de gasoductos de África y envíos de gas natural licuado de países como Estados Unidos. De esa manera no se estaría deshaciendo del gas, sino solo diversificando sus fuentes.

La otra fórmula que se plantea para luchar contra la emergencia energética de forma inmediata no es nada positiva en cuanto a emisiones de gases se refiere. Implica apostar de nuevo por el uso del carbón ahora que es más barato que el gas. De hecho, el gobierno del Reino Unido ha estado hablando con empresas de energía sobre el aplazamiento del cierre previsto de las centrales eléctricas de carbón.

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El objetivo de España es de 3 GW de eólica flotante en 2030, el 40% de la meta europea de disponer de 7 GW instalados de esta tecnología.

Aunque la apuesta por energías como la solar o eólica aumente como se espera de manera exponencial, siempre existe el eterno debate de ¿que otras fuentes de energía podrían completar el resto del pastel?. Para algunos, el hidrógeno y la energía nuclear son dos tecnologías claves que pueden ayudar a descarbonizar el sector energético y proporcionar energía más limpia para la industria pesada.

Cuando se produce de la manera correcta, el hidrógeno es un combustible relativamente limpio y es una parte clave del plan de la Unión Europea para dejar de usar gas importado. Sin embargo, la producción de hidrógeno a día de hoy sigue siendo minúscula y el proceso aún es caro y contamina. 

Lo que esta crisis significa para la energía nuclear es menos claro. Muchas plantas nucleares en Europa están tocadas, pero varios países contemplan posponer los cierres previstos de sus centrales nucleares y algunos valoran extender su vida útil siempre y cuando sean seguras. 

La lucha por la independencia energética ha comenzado y aunque es una idea atractiva porque te protege del impacto de conflictos mundiales, no es tan simple como parece. La verdadera autosuficiencia energética es prácticamente imposible y nunca ha sido una fórmula que haya funcionado a gran escala. Lo que si parece real y muy necesario, es un escenario en el que la Europa del futuro consiga ser más eficaz generando su propia energía limpia, limitando así su dependencia energética del mundo exterior. 

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