El Ártico, preludio del cambio climático que nos amenaza

Durante los últimos meses, el Ártico ha sufrido temperaturas alarmantemente altas, incendios extremos y una importante pérdida del hielo marino. Efectos de un cambio climático que, observados desde el espacio, nos advierten de sus consecuencias.

Planeta 2030

Aunque el calor en verano no es algo raro en el Ártico, la región se está calentando entre dos y tres veces más rápido que la media mundial, lo que afecta a la naturaleza y a la humanidad a escala planetaria. Las observaciones desde el espacio ofrecen una oportunidad única para entender los cambios que tienen lugar en esta remota región.

Según el Servicio de Cambio Climático de Copernicus, julio de 2020 ha sido el tercer mes de julio más cálido jamás registrado, con temperaturas 0,5 °C por encima de la media para el periodo 1981-2010. Además, el hemisferio norte ha experimentado el mes de julio más caluroso desde que se tienen registros, superando el récord anterior, alcanzado en 2019.

La persistencia de temperaturas superiores a la media podría tener consecuencias devastadoras para el resto del planeta

El Ártico no ha escapado a esta tendencia. El 20 de junio, la ciudad rusa de Verjoyansk, que se encuentra por encima del círculo polar ártico, registró unos asombrosos 38 °C. En el norte de Canadá también se registraron temperaturas del aire extremas. El 11 de agosto, la estación Eureka de Nunavut, situada en el Ártico canadiense, a 80 grados de latitud norte, registró un pico de 21,9 °C, que según se ha informado es la temperatura más alta jamás registrada tan al norte.

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La imagen muestra la temperatura superficial del suelo el día 11 de agosto en Eureka. El mapa se ha generado con datos del Radiómetro para la Temperatura Superficial del Mar y la Tierra (SLSTR) de Sentinel-3 de Copernicus. Mientras que para las previsiones meteorológicas se utiliza la temperatura del aire cerca de la superficie, Sentinel-3 mide la cantidad de energía que irradia la superficie terrestre.

Aunque las olas de calor en el Ártico no son infrecuentes, la persistencia durante este año de unas temperaturas superiores a la media podría tener consecuencias devastadoras para el resto del planeta. En primer lugar, las altas temperaturas han fomentado la aparición de incendios en el círculo polar. Las imágenes capturadas por la misión Sentinel-3 de Copernicus muestran varios incendios en Chukotka, la región más nororiental de Rusia, el día 23 de junio de 2020.

Los incendios árticos afectan a la radiación, las nubes y el clima a escala regional y mundial

Entre los numerosos contaminantes que libera el humo de los incendios se encuentran el monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno y aerosoles sólidos. Solo en junio, los incendios del Ártico han emitido el equivalente de 56 megatoneladas de dióxido de carbono, así como grandes cantidades de monóxido de carbono y partículas. Estos incendios afectan a la radiación, las nubes y el clima a escala regional y mundial.

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La ola de calor del Ártico también contribuye a que se funda el permafrost. En el Ártico, esta capa de suelo permanentemente congelado contiene grandes cantidades de carbono orgánico y restos de plantas muertas que no se pueden descomponer o pudrir, mientras que las capas más profundas presentan suelos formados por minerales. El suelo congelado justo por debajo de la superficie cubre aproximadamente un cuarto del territorio del hemisferio norte.

Al fundirse, el permafrost libera a la atmósfera metano y dióxido de carbono

Cuando se funde, el permafrost libera a la atmósfera metano y dióxido de carbono, que se suman a los gases de efecto invernadero de la atmósfera. Estos, a su vez, contribuyen al calentamiento, que continúa fundiendo el permafrost en un círculo vicioso.

De acuerdo con el informe especial del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU, de los años ochenta hasta ahora, las temperaturas del permafrost han aumentado hasta alcanzar niveles récord. Aunque los sensores satelitales no pueden medir directamente el permafrost, un proyecto reciente de la Iniciativa sobre el Cambio Climático (CCI) de la ESA ha combinado datos in situ con mediciones vía satélite de la temperatura de la superficie terrestre y la cubierta del suelo para estimar el alcance del permafrost en el Ártico.

Se cree que la fusión del permafrost también causó el derrumbe del tanque de diésel que vertió 20.000 toneladas de combustible en ríos cerca de la ciudad de Norilsk (Rusia) en mayo de este año.

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También se ha reconocido que la ola de calor siberiana ha contribuido a acelerar el retroceso del hielo marino a lo largo del litoral ártico ruso. Esta evolución se ha producido hasta 30 días antes que la media en los mares de Láptev y Kara, lo que en parte está relacionado con la alta presión a nivel del mar persistente sobre Siberia y una primavera inusitadamente cálida en la región. Según el Servicio de Cambio Climático de Copernicus, la extensión del hielo marino en el Ártico en julio de 2020 estaba a la altura del anterior mínimo para julio, que se produjo en 2012, casi un 27 % por debajo de la media para 1981-2020.

El retroceso del hielo marino se ha producido hasta 30 días antes que la media en los mares de Láptev y Kara

Mark Drinkwater, de la ESA, comenta: “Los científicos polares llevan toda la era de los satélites advirtiendo de que el Ártico es el preludio de un impacto global más extenso del cambio climático. A medida que estos fenómenos interconectados de 2020 dejan una marca indeleble en la historia del clima, resulta evidente que una Europa ‘verde’ con bajas emisiones de carbono no basta para combatir los efectos del cambio climático”.

Sin una acción por el clima consensuada, el mundo seguirá sufriendo los efectos del calentamiento del Ártico. Dado el entorno adverso y la baja densidad de población en esta región, los sistemas espaciales que orbitan los polos brindan una oportunidad única para la vigilancia. La ESA lleva monitorizando el Ártico con sus satélites de observación de la Tierra desde hace casi tres décadas. Estos no solo pueden observar los cambios en esta región tan sensible, también facilitan la navegación y las telecomunicaciones, mejoran la seguridad marítima y permiten una gestión más eficaz del desarrollo sostenible.

El director de Observación de la Tierra de la ESA, Josef Aschbacher, añade: “Junto con CO2M de Copernicus, estas misiones suministrarán nuevos datos de vigilancia y emisiones de CO2 panárticos y continuos para dar apoyo al Pacto Verde de la UE y seguir haciendo avanzar las capacidades de monitorización y servicios contra el cambio climático de Copernicus”.