Son las Islas Afortunadas, un paraíso surgido del mar, fruto de la fuerza extrema de la naturaleza que las dotó de unas características únicas. Su tierra y sus aguas ofrecen frutos y materiales de una calidad irrepetible, que sus gentes han sabido moldear no sólo para su propia subsistencia, sino para dar con ellos forma a la creatividad que nace al calor de su sol, al son de sus mareas y arrullada por sus vientos. Las hábiles manos de los canarios, con siglos de experiencia, dan vida así a una artesanía que está impregnada de su carácter y que nos ofrece la fórmula más original y creativa de llevarnos con nosotros el alma de Canarias. Cestería, cosmética, cerámica, instrumentos musicales, ingredientes culinarios y gastronomía, todo un abanico de posibilidades kilómetro 0.
La tierra volcánica ofrece rocas como la pumita, el basalto o la obsidiana que son la base de muchos productos como jabones, a lo que hay que sumar el aloe vera, el plátano, el tuno indio, la leche de camella o la uva Malvasía volcánica de Lanzarote para crear una completa gama de cosmética natural muy apreciada.
La palmera canaria es la dadora del material imprescindible para la elaboración de todo tipo de piezas de cestería y objetos de decoración. El pírgano, vástago con el que se une la rama al tronco de la palmera, es la base para un trabajo ancestral que comienza con la elección de las hojas de palma y culmina con auténticas obras de arte como la “sombrera” graciosera.
La joyería canaria culmina la artesanía de las islas como una expresión artística de delicada riqueza y elaboración. Desde elementos naturales bañados en plata o en oro, hasta un absoluto despliegue de creatividad que utiliza las rocas ígneas o magmáticas, de diferentes colores y texturas, para crear piezas originales de gran valor. Entre las piedras semipreciosas de origen volcánico, la olivina es quizás la que esconde un carácter más isleño ya que es difícil de encontrar fuera del archipiélago.
La rica artesanía canaria está presente también en otros productos quizás más volátiles, pero no por ello menos preciados. Nos referimos a sus vinos, catalogados como volcánicos, sus quesos, como el de cabra majorero internacionalmente galardonado, o elementos tan básicos y exquisitos como su sal, con toda la fuerza y el sabor del Atlántico pacientemente cultivados por los maestros salineros.